miércoles, 8 de febrero de 2012

Capítulo X - Ausencia.


      La última palabra suya se despeñó hacia mi. Que tonto yo que eludo lo obvio con la facilidad misma con que justifico tener razones, tonto   que se aferra a una nada de nombre y símbolos, nada más, una nada sin perfume, sin manos, una nada con voz e imagen estática que invento movimientos, una nada que se enreda con voracidad a mis acciones, nada que se expande, nada que crece, nada que se va, que desaparece para ser más nada que antes, nada que hiere todo.

     Ella -¿Por qué te escondés tanto? ¿Por qué no dejás que alguien se acerque a vos?

     Él    -No sé, es irónico, pero cuando tengo miedo siento las heridas y prefiero quedarme con mi dolor a aventurar a algo que me hace bien. Como quién tiene reuma y sabe que se aproxima la lluvia, en mi caso no tengo la certeza, pero me quedo con mi sufrimiento, el que conozco, el que a veces sale pero yace oculto gran parte del tiempo, porque está, el dolor ya está en uno, lo podría poder tapar un poco más, lo podría vestir de otra cosa, no es la solución ni tampoco ya es problema, es simplemente una especie de alarma y al mismo tiempo lo que me paraliza. ¿Te respondo? ¿Lo considerás respuesta?. Prefiero huir.

     Turbado  se acuesta, la luz apagada, y desde un rincón comienzan a transitar los fantasmas, ojos entre abiertos, figuras que se acercan a medida que se cierran. Sobre una pizarra se repiten fragmentos de charla.

      Ella -¿Sabés lo qué es extrañar?

      El    -Si
      Ella -¿Qué es para vos?

      El    -Cuando murió mi mamá, la miré, la miré y la miré, entre ríos de lágrimas que iban brotando y deslizándose por doquier, las lágrimas en mis manos cuando las secaba, las lágrimas en mi ropa, las lágrimas en los objetos que tocaba y en el suelo. Pero por más que lloraba y lloraba, las lágrimas no tocaban a mi mamá, ella no me abrazaba, ni me retaba, no estaba, y la veía, esperaba algo y nada alcanzaba. Ahí es dónde más sentís la ausencia, en el cuerpo inerte que no se inmuta ni aunque arrojes el mar de tus penas sobre sí, extrañás la vida estando vivo, porque una parte de uno ya no está.

     El temor, las heridas, el error, las ausencias, extrañar y vivir con la sensación más clara de la inmutabilidad del tiempo, el hombre coloreado con crayones en diferentes tonos  acorde a cada página de vida, un cuerpo pintado a medias, un corazón entre el rojo de la pasión y el frío gélido del azul, los grises, los verdes, amarillo borrados, el mapa de cada etapa en las manos de uno niño que representa lo que cree es sin tal vez jamás saber que es.


    Deseo mucho que estés conmigo. Exclamó dormido.


                                                                Gorrión de papel.


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