Manos artesanas, labriegas, manos ya dañadas, razgadas, manos que tejen, que combinan colores, texturas, manos que acarician, que escriben, que sanan. Manos que dan y también sacan.
Él - ¿Me das una mano?, quiero conquistarte.
Ella - Va a ser muy díficil, ¡Imposible!
Se contrae en el asiento, un escalofrío lo envuelve, tiembla, la misma sensación que siente un cazador que enfrenta una fiera y ya no posee más municiones. Pálido, comienza a despedirse en silencio de las pretenciones de amante y de amado.
Él - ¿Por?
Ella - Porque ya me conquistaste.
Impulso, empujón tal vez, arrojo especulativo del deseo, de la necesidad, carencia, temor, mucho temor y tras las dudas, el premio o la decepción.
Los peces cuando están contentos, si se puede pensar que los peces sienten felicidad, mueven la cola como los perros, de un sitio a otro. Suben y bajan, algunos brincan por sobre el nivel de agua, el bagre suele moverse de modo brusco, remueve el barro del fondo del río, o el lago o estanque donde se encuentra, toma velocidad y asoma a la superficie con tal vez el mismo parecido de alguien que siente tocar el cielo con las manos.
Sus ojos brillan, una explosión de energía lo aborda por completo, comienza a escribir y escribir -Yo, no sé, pero me gustás, siempre me gustaste; borra y escribe de nuevo, -No, no sé que decirte, sos demasiado lindaa, no puedo creer me elijas a mí, que yo haya podido conquistarte; borra, se tranquiliza, y entre preguntas de ella -¿Estás? ¿Te pasó algo?, responde -Hola, si si, estoy, con muchas palabras de halago asomando y aun deleitándome de que soy tu conquistador.
Hombre que conquista un corazón no es más que sirviente del sentimiento, es lo que hace a un caballero esclavo del respeto, pacto de entrega mutua, ceremonia sin velos, claridad. Pero no es así para un jugador, la conquista es la victoria, no es nuevo desafío sino objetivo cumplido, es egoísta, toma cada palabra como promesa y luego la exige con la misma dureza del Diablo reclamando un alma.
Ella, nieve en Buenos Aires un 9 de Julio del 2007, algo único, especial, distinto. La sensilidad, el duelo, la sonrisa, los ojos como noches atrapadas.
Él, un viaje en el tren Sarmiento a las 6 de la tarde, angustiante, desesperante, triste, obligado, doloroso pero necesario. Ojos tallados en carbón mineral, sin brillo, opacos, el cálculo y tantas veces la resignación.
Gorrión de papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario