domingo, 29 de enero de 2012

Capítulo III - Sueños de una tarde, pesadillas de una noche.

                                    
                                                      Sueña pequeña niña,
                                                      Sueña  pequeña reina,
                                                      Que de sueños no se vive,
                                                      Pero entre sueños se espera.
      Tarde de un calor extenuante, el día en sí fue insoportable, durante la noche las pesadillas y los mosquitos acentúan las miserias.
        Durmió hasta las seis y media, media hora menos de lo esperado, se levantó y encontró que para desayunar quedaban poco más que cuatro galletitas y algo de una mermelada casera de zapallo que le había enviado su madre, no era una delicia pero era mejor que pasarse la vida sin comer. Junto con esto tomó de la heladera algo del jugo de bajas calorías preparado el día anterior, a veces le daba algo de náuseas tomarlo en ayunas pero tenía sed y correría el riesgo. 
        Que diferente a los tiempos en que no desayunaba sola, tiempos de desayuno para dos, espantoso el recuerdo de unos meses atrás en los que durante el desayuno él se levantó y le dijo -“se acabó el amor, ya no puedo más, siento que vivimos una mentira” para ella no era así, su corazón seguía roto y el autoestima era ahora objeto de escasez.
        De pronto sintió sonar su celular. Corrió a atenderlo, lo había dejado en la habitación, su gato Felpa estaba como una estatua en la mesa, casi parecía que controlara el teléfono. Lo tomó esperando una noticia grata pero la desilusión llegó pronto, una compañera de trabajo, dijo que no asistiría hoy, mala noticia, el doble de trabajo.
        Con tiempo a favor aprovechó la oportunidad para darse una ducha y esperar que se le fuera la mufa, solo esperaba que el día fuera corto, rezaba por ello.

        Toda la jornada de trabajo repetitiva y rutinaria, gracias a Dios al menos por el celular tenía acceso al Facebook, sino sentiría que vivía para trabajar y sin salir del trabajo, sin tener su espacio.

         Seis de la tarde, hora de zarpar, por fin colgó los botines, renunció al teléfono y pudo dirigir su rumbo a casa, no sabía exactamente para que, pero casa era lo mejor.
         Maldito subte siempre lleno, los colectivos, el olor a sudor, el que aprovechando el hacinamiento siempre se arrima más de la cuenta, desgracias del mundo moderno los albañiles chiflando con sus gaseosas mezcladas con vino, esos momentos que te hacen sentir más sola que nunca.
         En el camino recordó el vacío de la heladera, hora de pasar por los chinos a comprar algo de comer.
         Estaba triste y hacía calor, no sabía si cenar ni qué cenar, por eso compró unas verduras para ensalada, un yogurth y pan lactal, a la mañana siguiente habrían tostadas, no otra vez miseria, también remplazaría la mermelada de zapallo, se compró una mermelada ligth, menos gusto a azúcar, ya se había acostumbrado.
         Llegando a casa se encontró con una vecina, el chusmerío del barrio, seguro no tenía con quien hablar, la escucho, casi como si realmente la escuchara, de nuevo las historias sobre la enfermedad de uno, el supuesto suicidio de otro, nunca buenas noticias, ya nada le molestaba, incluso soportó como pudo el día en que le contó que vió a su ex con otra, ese día se confirmó que fue un montón de tiempo una cornuda.
         Ocho de la noche, o casi las ocho, cenó la ensalada con el yogurth frente a la computadora, otro mensaje.
         -“Me hace tan feliz leerte, creo que puedo sentirte casi respirar, no es acoso, es que te estás convirtiendo en su sueño. Si., yo siempre deliro, pero es lindo delirar con ángeles…”
          Era como melosito pero siempre tan respetuoso, no podía evitar sentirse halagada, hacía meses que tenían esas conversaciones indirectas y era un placer leerlo, siempre tan locuaz, sentía admiración por ese hombre.
          Llegó a conectarse él, no solía hacerlo por mucho tiempo, siempre hablaban de la vida, nada profundo, cocina.. cosas diarias, si de algo carecía ella era de ganas de hablar  de religión o de política, una charla amena llena de esos grises que hacen a las relaciones distantes marcadas por necesidades afectivas, justo lo que ella necesitaba, un marco de histeria para quién te dice enfrentar algo nuevo.
           Las doce, afortunadamente él dormía temprano, no era necesario reparar del horario, siempre la cuidaba, le decía que no se quedara hasta tarde, la instaba a que se fueran a dormir virtualmente juntos, así ella no se sentía sola, esa noche le pasó el msn. Podría parecer algo tonto pero fue emocionante, igual era tarde y a penas intercambiaron unas palabras antes de ir a descansar.
           La noche al menos para ella se sentía especial, lo sentía más cerca que antes luego de tantos meses de ser solo “Amigos” del Face.
           Puso el aparato para los mosquitos que tenía guardado, siempre lo olvidaba, y se recostó en la cama sin hacer. Tenía demasiado sueño.

                                                                       Laura L.G.


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